Un encuentro... inesperado (Igor)

Florencia, la ciudad donde había nacido el científico e ideólogo Rambaldi y por cuyos experimentos y artilugios se peleaban tanto la CIA como el Pacto y la Alianza. Aquel hombre parecía traer más quebraderos de cabeza que avances... Pero por una vez podía disfrutar de aquella ciudad sin pensar en Rambaldi la CIA o el Pacto. Hacía tiempo que necesitaba unas vacaciones y por fin había llegado el momento.

Caminé por las estrechas calles observando a la multitud de turistas que fotografíaban hasta el rincón más insulso de la ciudad hasta que mis ojos se posaron en un hombre al que podía reconocer a la perfección. Igor. Noté como el corazón se me subía a la garganta durante un instante temiéndome que el Pacto me hubiese descubierto y hubiese decidido quitarme de en medio. Afortunadamente la actitud de Ivan no parecía aquella así que con una reluciente sonrisa que denotaba seguridad me acerqué a saludarle
- ¿Igor? Qué casualidad.- dije fingiendo alegría al encontrarme con un compañero de trabajo.-¿Qué haces aquí?

La edad acababa pasándole factura a todo el mundo, Igor no era una excepción. La verdad es que todo aquél tema del Pacto le había estado empezando a afectar mentalmente, y eso se había estado viendo reflejado en su trabajo de campo. Había fallado estrepitosamente en el último encargo, lo que le había acabado costando bastantes cientos de miles de dólares a la organización, por no hablar de problemas tanto internos como externos. Pero en lugar de mandarlo a Siberia, como habrían hecho cuando la URSS, decidieron darle un respiro para que pudiera relajarse.

E Igor aceptó el consejo. Tomó uno de los primeros vuelos que salieron rumbo a Europa, sin fijarse demasiado en el destino y con lo justo en la maleta. Fue casi una sorpresa para él aterrizar el Florencia, pero no estaba mal. Ya llevaba un par de días en la ciudad, desconectado del trabajo y, simplemente, relajándose. Por eso le sorprendió tanto ver allí a la joven Derevko. El hombre se acercó a ella, ligeramente preocupado. ¿Había pasado algo? ¿Por qué no le habían llamado? Pero, al oírla hablar, Igor se relajó y suspiró. Al parecer no se había esperado encontrarle.

—Hola Derevko. Estoy aprovechando unos días de descanso que me han dado en la agencia…—explicó tranquilamente--. ¿Y tú?—preguntó, todavía no muy seguro. Qué casualidad sería. Y hacía mucho que no creía en la casualidad ni jugaba al azar.

- También tomándome un respiro... Supongo.-añadi observándole con atención.- Como no tengo familia a la que visitar pues me alejo lo máximo posible del trabajo para descansar.

Observé a Igor dudando si debía continuar la conversación o alejarme de allí inventando que tenía algo que hacer. Finalmente decidí quedarme. Raramente había hablado con alguien del Pacto fuera de las puertas de la sede y en realidad tenía curiosidad por saber cómo alguien podía estar metido en algo así por voluntad propia. Se me revolvieron las tripas al recordar por qué decidí hacía unos años unirme a la CIA y el recuerdo del asesinato de mi novio hizo que me rostros se contrariara durante un segundo.
Alce los ojos mirando a Igor.
- ¿Y tú? ¿No aprovechas tus vacaciones para visitar a tu familia? - Pregunté con auténtica curiosidad

Igor alzó una ceja y se acabó llevando un cigarrillo a los labios para fumar. Sin casi darse cuenta se habían quedado solos porque el grupo principal de turistas se había ido alejando. ¿Una casualidad entonces? Podía ser. Pero claro, Igor no se fiaba de nadie, menos de alguien que trabajaba en aquél mundo. Pero suspiró cuando le preguntó por su familia.

—No—dijo en un tono seco y algo distante. No le gustaba hablar de su vida familiar, y mucho menos se lo iba a decir a un compañero de trabajo. Ni siquiera Pietro sabía nada de ellos. No quería sentirse culpable porque algún enemigo supiera de ellos y les hiciera daño—. No tengo ninguna familia a la que ver, me temo—respondió, algo más animado y dejado atrás el tema—. ¿Y tú? ¿Cómo es que has acabado aquí?

El chico tenía algo que esconder. Claramente no quería hablar de su familia y comprendí el por qué. Sin embargo decidí no insistir en ello. Prefería que Igor confiase en mi a que me tuviese ojeriza. Note como la calle se fue vaciando al desaparecer el numeroso grupo de turistas y me mordí el labio pensativa. No podía fiarme ni confiarme por lo que propuse ir a un lugar más concurrido.
- ¿Te apetece cenar? -Pregunté con una dulce sonrisa.- Me muero de hambre.-tras una breve pausa decidí responder a su pregunta mientras caminabamos hacia algún lugar donde comer.- Pues supongo que elegí Florencia de casualidad... Es una ciudad... Fascinante y llena de humm ¿historia? - repuse refiriendome claramente a todo el asunfo de Rambaldi.- Bueno elige sitio.- dije cuando llegamos a una concurrida calle llena de restaurantes con terrazas al aire libre.

Igor le dio otra calada al cigarro mientras Derevko decía de ir a cenar algo, y el experimentado agente entendió por qué. La verdad es que la chica era mucho más lista de lo que había pensado. Tal vez tuviera futuro en aquél mundillo si era capaz de sobrevivir y llegar a los treinta años.

De todos modos ya era tarde y la verdad es que tenía bastante hambre. Así que asintió con la cabeza y se encaminaron hacia una calle llena de restaurantes. Igor vio uno en el que había cenado la noche anterior y se lo señaló, mientras iba escuchando lo que decía que Florencia era una ciudad llena de historia. Sutil ironía, ¿no?

Entraron en el local e Igor pidió una mesa para los dos. Mientras les atendían, le fue respondiendo a todo lo que había ido diciendo.
—Sí, puede ser—dijo con una sonrisa, más animado ahora—. Pues parece que estamos aquí los dos por el mismo motivo y de la misma forma… No sé, simplemente me apetecía volver a pasarme por el Mediterráneo. Y en ésta época del año hace demasiado frío en Rusia—explicó. Toda la conversación la fue haciendo en ruso.

Observé con interés el local que había elegido. La verdad es que no estaba mal y de todas formas con el hambre que tenia hasta el antro mas horrible me hubiese parecido maravilloso con tal de que sirviesen comida.
Observé a Igor hablando mientras jugueteaba con uno de los picos de la servilleta.
- Igor... Se sincero.- dije también en ruso cansandome de no saber realmente si estaba jugando o no.- ¿Crees que nuestro encuentro ha sido casualidad?

Quizás me estaba pasando de desconfiada pero Igor era demasiado reservado y las personas reservadas siempre ocultaban algo, eso sin tener en cuenta que estaba orgullosos de trabajar para el Pacto. Y además tampoco creía en el destino o las casualidades. Las cosas solían suceder por un motivo y necesitaba saber el por qué de esta coincidencia. O tal vez... Después de todo, me estaba pasando de paranoica.

Gracias a dios el camarero vino a preguntarnos que queríamos sacándome de mis pensamientos y pedí lo primero que vi mientras esperaba la respuesta de Igor.

A Igor se le ensombreció el semblante al oír aquella pregunta. ¿Una casualidad? ¿Le estaba amenazando? El agente ruso se pregunto cuánto tiempo necesitaría para sacar su pistola. Pero en seguida sonrió al darse cuenta de que era ella quién no sabía si él estaba allí por alguna oscura razón. Muy bien, Derevko. Muy bien. Cultivando una sana paranoia. Desde luego, aquella chica llegaría lejos.
Igor esperó a que el camarero se fuera con la comanda (pidió raviolis con salsa de setas y un tinto suave con el que regar el gaznate) y luego respondió a la joven.

-Darevko, yo podría hacerle la misma pregunta. Estoy de vacaciones en un lugar donde no esperaba encontrarme a nadie. He venido a Florencia sin decírselo a nadie y, oh, te encuentro aquí—miró a la joven unos segundos a los ojos--. Creo que no eres el único que tiene derecho a hacerse esa pregunta—se recostó contra la silla y le sonrió, afable--. Pero no, no estoy aquí por ti. Ni, que yo sepa, hay nada montado en estos momentos en la ciudad…

Alce las cejas sonriendo de forma escéptica. Vaya, el experimentado agente Ivanovich creía en las casualidades y en las coincidencias. Negué con la cabeza distraída y luego alcé los ojos observando cada pequeño detalle de su rostro.
- ¿Me estás diciendo que nuestro encuentro ha sido cosa del destino? - pregunté sin poder disimular una sonrisa entre divertida e irónica.- Vaya que... ¿Bonito? ¿Romántico?

Luego sin poder evitarlo me reí. Pero por una vez era una risa sincera para nada fingida o forzada. Realmente me lo estaba pasando bien pinchando a Ivanovich a pesar de que aquello no pudiese ser muy prudente, sobre todo si provocaba que se enfadase. Pero que se sintiese ofendido o no, no era lo que pretendía. Simplemente me apetecía por una vez pasarmelo bien un rato.
Miré a Igor esperándo su reacción sin desdibujar la sonrisa de mis labios.

Igor dejó el rostro serio mientras la oía hablar. Tardó un rato en sonreír ligeramente ante el comentario de Derevko porque no supo muy bien cómo tomárselo. O si se estaba riendo de él en su propia cara, algo no demasiado inteligente. Pero bueno, ¿por qué no tomárselo a bien? Total, no era más que una novata joven que ni siquiera sabía dónde se estaba metiendo. ¿Qué tenía, 20 años? Por favor, si no era más que una niña. Le recordaba un poco a su hija Irina.

—No sé si habrá sido romántico o no—dijo, con el rostro más relajado que antes—. Pero me temo que soy inocente y que no he venido aquí por ninguna razón en particular… Además, has sido tú quién se me acercó, te lo recuerdo—sonrió un poco más abiertamente—. ¿Qué haces aquí, entonces?

Hice mi sonrisa más amplia al darme cuenta de que se lo había tomado bien. Vaya, Igor al final no iba a resultar el tipo seco y duro que parecía ser. Al final hasta me iba a caer bien y todo... siempre y cuando olvidase que era un asesino a sangre fría, claro. Me pregunté cuántos años tendría en realidad (¿35?) y cuántos haría que trabajaba para el Pacto. Quizás no estaba corrompido del todo y no sabía que hacía. Algún caso así se había llegado a dar...
Escuché su respuesta alzando las cejas divertida mientras sonreía de lado. ¿Qué estaba insinuando? ¿Qué era yo la que le persiguió a él? Y no podía ser tan inocente si había aceptado con tanta facilidad mi invitación a cenar algo. ¡Já le había pillado!
- ¿Inocente? ¿Tú? Tal vez yo te encontré.-dije inclinandome en la mesa para acercarme más a él mientras entornaba los ojos.- Pero tu no has dudado en venir a cenar conmigo...-sonreí de nuevo volviendo a mi anterior posición.- A sí pues... El que trama aquí algo eres tú. Aunque ya descubriré que es.

Miré a mi alrededor esperando a que llegase de una vez el camarero con la comida ya que mi estómago parecía volver a quejarse de hambre.

Igor fue a responder, pero en ese momento apareció el trabajador con la bebida y un plato de entremeses. Cuando se alejó el agente ruso sirvió el tinto en las copas de ambos y le dio un pequeño sorbo al suyo, catándolo. Después de tantos años, uno se acababa acostumbrando al buen vino.
—No está mal—murmuró, para dar a continuación un trago algo más largo de su copa—. Bueno, como iba diciendo, sólo he aceptado ir a cenar con una compañera de trabajo que me ha invitado previamente. ¿Y si digo de no venir? ¿En qué lugar me hubiera dejado eso? —preguntó, haciéndose el indignado—. Sólo he sido moderadamente educado viniendo a cenar contigo—sonrió, mostrando que sólo estaba bromeando—. Además, no tenía nada mejor que hacer por éstas tierras y hubiera acabado cenando sólo y buscando consuelo entre los brazos de alguna italiana de pelo negro—Igor sólo se encogió de hombros, como si no tuviera importancia lo que acababa de decir—. Pero, no me has respondido. ¿Qué estás haciendo en Florencia, Derevko? —preguntó, mirándola a los ojos y algo más serio.

Me reí sin disimulo al escuchar los de "buscar consuelo en los brazos de una italiana de pelo negro" sin saber si se estaba quedando conmigo o lo había dicho realmente en serio. Cogí la copa ahora llena y saboree con un pequeño trago su contenido.
- ¿Una "señorita de la calle" quieres decir? - bromeé.- Cómo has podido llegar a ese extremo Ivanovich.- repliqué fingiendo decepción pero sin poder disimular una sonrisa.

Suspiré al escuchar otra vez la pregunta de qué hacía en Florencia. Por mucho que me preguntara no iba a cambiar la versión...
- De vacaciones también. Las necesitaba... Ya se que oficialmente estoy enferma pero necesitaba un respiro.- dije impasible y transformando el rostro risueño de antes en una máscara de seriedad absoluta.

—¿Señorita de la calle? Por favor. Tengo bastante fe en mí y mis encantos para no necesitar recurrir a alguna furcia de medio pelo muerta de hambre. ¿Dónde está el reto o el placer de la conversación previa, del coqueteo o la excitación propia de las relaciones entre humanos? —explicó con total naturalidad mientras el camarero, ajeno a lo que decían, iba dejando los platos de comida que habían pedido—. Gracias—le dijo en italiano. “Gracias” era una de las cinco palabras que conocía en aquella lengua—. Como te iba diciendo, no encontraría placer en un simple polvo con una ramera de tres al cuarto, así que no, no he caído tan bajo. Y espero, por mi bien, no caer—terminó diciendo con una sonrisa.

Terminó de escuchar sus explicaciones de por qué estaban allí mientras terminaba de beber el contenido de su copa.
—Con que engañando a la oficina, ¿eh? —inquirió con una sonrisa—. Tranquila, es normal. Me sorprende que alguien tan joven como tú haga trabajo de campo, Derevko. En mis tiempos tardábamos más en salir a la calle. Pero supongo que debes de ser buena…